Aquélla tarde
junto a una charca, en un delgado tronco de árbol cantaba una cigarra. Unos sapos salieron del agua y le dijeron a la cigarra: - ¡Qué horror! vete con tu ruido a otra parte, eres detestable, no conoces la verdadera música, ¡escucha! - y todos los sapos se pusieron a croar.
Mientras tanto, la tarde me parecía de lo más precioso. La naturaleza mostraba todo su esplendor y la orquesta de sapos y cigarra revalidaba la belleza eterna de la sencillez. Hasta que noté un cambio en la música: ya no se oía el canto de la cigarra y sólo quedaba el croar de los sapos. Uno de ellos, al parecer excesivamente molesto, devoraba a la cigarra. Entonces pensé, que para nosotros los jilgueros, éstas cosas no son más que fábulas absurdas de la vida.
Mientras tanto, la tarde me parecía de lo más precioso. La naturaleza mostraba todo su esplendor y la orquesta de sapos y cigarra revalidaba la belleza eterna de la sencillez. Hasta que noté un cambio en la música: ya no se oía el canto de la cigarra y sólo quedaba el croar de los sapos. Uno de ellos, al parecer excesivamente molesto, devoraba a la cigarra. Entonces pensé, que para nosotros los jilgueros, éstas cosas no son más que fábulas absurdas de la vida.
2 Comments:
Este blog ha sido eliminado por un administrador de blog.
Ay! Tan suave tu comentario y lo borre por accidente, Lisa.
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