martes, agosto 31, 2004

Ni siquiera vi el camión

de lo rutinario que soy. Ahora empiezo a escuchar la voz de Raquel llamándome, oscurecida por los gritos a mi alrededor, no, no están a mi alrededor, están en mi cabeza. Hago callar los gritos para escucharla mejor. Su voz crece en matices, me ilumina y abro los ojos.
- Fabián, levántate, tienes que ir a trabajar - Curiosamente comienzo el día preguntándome qué habrá después de la muerte.