sábado, enero 15, 2005

Hay que modernizarse, amá.

No puede decirse que Ernesto haya sido un mal hijo, porque los hijos únicos resultan consentidos por obligación. Su mamá, doña Yolanda Espinoza Vda. de Martínez, siempre se sintió orgullosa de él. Un día que estaba haciendo las compras en el mercado, hizo todo un recuento de las proezas de su hijo, frente a sus amigas: - Me acuerdo cuando vivíamos en la cuartería, ¡uuuy, hace como cinco años!, su papá ya tenía como dos años de que se lo llevó el cáncer, pobrecito, nunca nos faltó nada con él. Entonces yo me las arreglaba, yo solita para mantenernos. Y que me llega un día diciendo que ya había conseguido trabajo en la fábrica. Yo le hacía su lonche, le preparaba su ropa, porque él quería meter muchas horas extras pá agarrar más dinero. Nombre, yo ya nomás me dedicaba a la casa, para tenerle todo listo, y ya ven cómo subió a supervisor, luego, luego. Nomás sí seguía cosiendo ajeno para comprarle sus regalitos, que una camisita, que un pantaloncito; y mijo seguía yéndose pa’rriba. A los meses, que me llega a la cuartería diciendo que había comprado lote, pos a juntar pá construir. Al año ya estábamos en la colonia, viviendo, con luz y agua y drenaje. Me acuerdo mucho de una vez que llegó cuando yo estaba lavando en el lavadero, que me habla y me enseña la lavadora en el pikap, nuevecita, automática. ¡Mi chamaco!. Me dijo: “Hay que modernizarse, amá”. ¡Ah, qué caray!... no, pos a vender el lavadero viejo. Y luego me llegó con estufa nueva, pos también a vender la vieja; que la plancha, que el horno de microondas, que la licuadora, la batidora, el lavatrastes, bueno me llenó la casa de aparatos niu. Sí, como no, cuando quieran vayan al puesto que tenemos en el tianguis, allí les dejo barato todo lo que sobró de lo viejo...

Aquel día, después de hacer las compras para la cena, doña Yolanda llegó a su casa y empezó a cocinar. Unos minutos después escuchó el sonido del pick up de su hijo al llegar. Ernesto entró con una cara que se le hizo conocida a doña Yolanda: - A ver, a ver, vienes muy raro, algo traes... mmmm... ¡ay no! ¡ya traes otra cosa para la casa! ¡pero si ya todo es nuevo o casi nuevo, mijo!. ¡Ay, lindo! a ver pues, qué traes... - Ernesto sonrió y abrió la puerta para dejar pasar a una jovencita recién salida de la pubertad. - Amá, ella es Josefina y nos vamos a casar.

El agradecimiento de los hijos aún es el tema preferido de doña Yolanda, la pueden visitar en el asilo de ancianos de la ciudad, para que les platique.