sábado, enero 15, 2005

Ofelia

Aclaración previa: Esto nunca lo voy a admitir en público.

Sí, algo hubo entre Ofelia y yo, pero no me pregunten si me enamoré ¿Cómo sentir algo por esa masa? Alta, inmensa y fofa, la primera vez que me dió la mano para saludarme, sentí escalofríos con esa sensación plástica que impregna su mano, recordé cuando mi padrino puso un pulpo vivo en mis manos: exactamente lo mismo. Esa sensación me acompañó los días y las noches siguientes hasta que decidí empezar a frecuentarla.

Cordial, muy cordial pero tímida, accedía a todas mis invitaciones; pero siempre en cuanto entrábamos en confianza, se replegaba asustada, en varios restaurantes me dejó con la comida en la boca, otras veces con una película a medio ver. Se fue convirtiendo en obsesión averiguar el trasfondo de su actitud. Entonces estuve machaque y machaque con que fuéramos más allá de la amistad, a lo que ella invariablemente me respondía: "No he sido muy afortunada en ese aspecto", dale y dale con lo mismo.

Bueno, por fin accedió y fuimos a mi departamento. Se le veía la ilusión en la cara y yo estaba excitado por descubrir su secreto. Me monté sobre ella como un niño que escala un montón de almohadas. Antes de penetrarla me dijo temerosa: "Espérate, soy virgen". La callé con un beso y seguí adelante. Arremetí. Boing. Otra vez. Boing. Grrrr. Boing, boing, boing ¿Conocen las punching bags? De ésos muñecos inflables de plástico que tienen arena en el fondo, que los niños golpean y se regresan. Empezó a llorar, la experiencia se estaba volviendo dolorosa. Para ambos. Me sentí con la responsabilidad de romper la barrera que limitaba a ese desvalido ser, de salvarla de su infortunio. Agarré la cabecera de la cama como apoyo y me dejé caer varias veces, espermatozoide desesperado frente a un óvulo inmenso. Agotado, me tendí a su lado "Te lo dije, te lo dije" no cesaba ella de repetir entre lágrimas. Fue cuando le dije "Pérate, ya sé qué vamos a hacer, súbete tú encima de mí, sí, súbete". Una idea genial. Genial hasta que empecé a tener miedo de morir asfixiado o absorbido por esa gigantesca ameba. Sin decir agua va, se dejó caer y... rip. Me sacó el aire pero rip. Su cara parecía una pelota con un corte de navaja, sonreía. Y suspiraba. Ssssssss ¿Suspiraba? Sssssssssssssssss. Al final quedé amortajado por los gruesos pliegues de su piel, desparramada sobre toda la cama. "¡Ofelia, Ofelia! ¡¿Dónde estás, respóndeme?!”

Mejor ni me pregunten cómo le hice para inflarla de nuevo.

1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Hay Marito!
En esta isla todos son santos: tu tambien!

8:22 a.m.  

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