sábado, enero 15, 2005

Despertar

Las cobijas transmitían una dulce sensación vaginal, me deslicé hacia afuera con torpeza y posé mis pies desnudos sobre el frío suelo de concreto. Literalmente hablando hice tierra, un rápido destello llegó a mi cerebro, pero no fue suficiente. Atravesé el corredor plagado de tonos al pastel y esa sensación cálida semienvolviéndome la cabeza, llegué al sanitario e hice tierra nuevamente, pero esta vez con una conexión líquida. En vez de destello hubo un lento calor ascendente desde mi vejiga. Tampoco fue suficiente.

Desde su sonido inexistente, los brazos de mamá mecían mi ternura, cobrando un ritmo fijo, envolvente. El sanitario, pendular ahora, se disolvía en colaboración; empezaba a consolidarse otro entorno sobre el anterior, cuyas leyes sólo había que recordar. Extendí el brazo y toqué la llave del lavabo, fría-metálica. Mojé mi nuca con agua helada. Todos los colores que flotaban sueltos se asentaron con la sacudida de mi cráneo. Satisfecho, me dirigí a la cocina para prepararme un café. Empecé a calentar agua y el vapor rodeó mi rostro suavemente, la presencia de Elizabeth comenzó a asomarse en el ambiente, tomando forma en los contornos de mi cuerpo. Nada parecía ser suficiente.

Me desplacé, en forma de nube, de regreso al lavabo. El agua helada no sería suficiente. De reojo, alcancé el espejo y me detuve. Sonreí, tranquilo y empecé a quitarme el pedazo de sueño que se me había quedado enredado en el pelo.